viernes, 9 de septiembre de 2011

La realidad de la ficción.

Era quizá la tercera vez que la veo, pensé, postrado en la mesa del ordenador, mirando el reloj fijamente, esperando a que fuera la hora exacta para salir de casa, no quería ser extremadamente puntual, y, a su vez, tampoco quería ser extremadamente impuntual, - odio hacer a la gente esperar - pensé.
A continuación mire la hora de nuevo, sin pensármelo dos veces eché mi guitarra al hombro, y salí de casa dando un portazo y cerrando la puerta con llave.


Mientras caminaba a grandes zancadas pensando en que llegaría tarde, vislumbré mis segundas intenciones en esa tarde, hacía tiempo que buscaba una voz femenina para formar un dúo, pero...en realidad detrás de la voz se  escondía la chica, a mi parecer, mas interesante y perfecta que había conocido en mi vida, quería saber si en realidad, todo lo que me había demostrado hasta la fecha, no era una vana ilusión, un espejismo.
 - Es inteligente, refinada, pero no en exceso, tímida, pero no extremadamente vergonzosa, acepta los consejos y sabe asumirlos a la perfección, y, también sabe escuchar, es atractiva y guapa, ojos verdes profundos, sentimental, pero no melosa y para colmo, canta, y por lo que parece, muy bien. Quizá es demasiado para mí...


Antes de ahogarme en mis propias reflexiones, que de una forma o otra, no tenían sentido, llegué a la puerta del metro, me puse los cascos y me dispuse a entrar. Mil y una ideas fluían por mi cabeza mientras escuchaba un grupo llamado Incubus, el cual suelo utilizar para ocasiones tranquilas, ese día fue una excepción.
A una parada de la estación en la cual quedamos, mire el reloj, llegaba demasiado pronto, por lo cual, decidí bajarme esa parada, y continuar dando un paseo, quizá eso borraría mi estúpido nerviosismo sin sentido.


Abrí las puertas del metro, y las deje atrás subiendo los escalones de dos en dos, saque un chicle de mi bolsillo y mordí el envoltorio para quitarlo a prisa, y lo mentí en mi boca, a continuación seguí mi camino.


Solo puedo decir una cosa, y es, que solo unos minutos después, sabría la causa de mi nerviosismo. A lo lejos, una sonrisa brillante, unos ojos penetrantes y del color de los mas precioso bosques, unos labios carnosos...Quizá cuando empezó a cantar supe que en realidad, era ella la chica, mi ideal de perfección, pensé en los poetas prerrenacentistas, en su ideal de cuello enhiesto, y  exuberantes cabelleras rubias, y, quequizá, ahora los entendía.



Lo único que me dolió de ese día fue la despedida...


Ahora, de madrugada, pensando en ella, sigo con los mismos o peores sentimientos confusos del primer día.


- Quizá me venga bien desahogarme en el papel, como siempre - pensé...