jueves, 16 de febrero de 2012

Las crónicas de un nuevo comienzo

Prólogo:


Ojeé por una de las maltrechas rendijas del que antaño fuera un autobús turístico, solo veía desolación, un paisaje inerte, lleno de hoyos, los cuales seguramente fueron hechos por uno de los numerosos bombardeos sobre la ciudad. Las carreteras estaban destrozadas, y había restos de vehículos carbonizados por todo el camino. Los gritos sordos de la gente de a pie ahogaban mi pensamiento, suprimían mis esperanzas de salir ileso de aquella situación.
Trague saliva y miré de reojo a mi madre, la cual estaba sentada a mi lado.
Su rostro era pálido, extremadamente delgado, esbozaba una medio sonrisa forzada con unos labios extremadamente demacrados.
-No te preocupes – Dijo – Saldremos sanos y salvos de esta, peores hemos pasado ¿No?
A continuación forzó aun mas la sonrisa y continuo diciendo:
- Deberías intentar pensar en positivo alguna vez, créeme, nos ayudaría a mantener el ánimo alto.
La miré directamente a los ojos, en los cuales, entre bolsas y arrugas originarias del insomnio y del estrés, quedaba un pequeño brillo de vida. Quizá ese brillo solo formaran parte del pasado, de los recuerdos, pero sabía que detrás de esas profundas cuencas todavía quedaba algún hilo de cordura. Después de eso dije:
- ¿Acaso no has mirado a nuestro alrededor? – Giré la cabeza para echar una fugaz ojeada a las demás personas del autobús. Hace menos de un mes hubiera pensado que era un autobús de ayudas para el alcohol, o simplemente de gente sin hogar, pero las cosas ya no eran así. Todos y cada uno de ellos vestía harapos, prendas sucias y con remiendos. Sus cabezas se mantenían cabizbajas, y en algunos casos dejaban asomar unas apagadas lágrimas cayendo al frío suelo y dejando un escaso sonido metálico al impactar.
-Asúmelo mama, esto no es como antes, ¡nada es como antes! –Grite con faz seria-.
Ella me miró de nuevo, esta vez sin esa sonrisa forzada. Intento balbucear alguna palabra, pero por alguna razón solo suspiro y apoyó la mano sobre mi hombro.
La mire de reojo y giré de nuevo la cabeza para seguir mirando por la rejilla.
El autobús traqueteaba violentamente, mientras se escuchaba un leve chirrido metálico proveniente de las ruedas, el autobús en un principio debería estar totalmente insonorizado, pero el desgaste de los bruscos y desolados caminos hacía filtrar todo tipo de sonidos desagradables, y lo que es peor aun, ese asqueroso olor a azufre que cubría toda la ciudad…

En ese momento el autobús paro en seco...